O’Gorman quitó el maquillaje a la historia oficial: Eugenia Meyer

Silvina Espinosa de los Monteros (El Financiero 25 marzo, 2010)

Originalmente preparado para sumarse a las celebraciones del cente- nario del natalicio del historiador mexicano, el libro Imprevisibles historias / En torno a la obra y legado de Edmundo O’Gorman (FCE / UNAM), de Eugenia Meyer, será presentado hoy, por fin, a las 18:30 horas en la librería Rosario Castellanos del Centro Cultural Bella Época.

Cuatro años más tarde de lo que se tenía planeado, sale a la luz este libro de 958 páginas en las que queda de manifiesto el pensamiento y la forma en que Edmundo O’Gorman (1906-1995) concebía el oficio de historiar.

Prácticamente desconocido por las generaciones actuales, Eugenia Meyer advierte que retomar el trabajo de O’Gorman es una tarea «impostergable y permanente», ya que durante mucho tiempo fue acosado y «quizá despreciado por no ceñirse a los cánones tradicionales del trabajo propiamente hermenéutico».

La idea de recuperar este conjunto de materiales poco conocidos, en los que se ha privilegiado buena parte de los estudios introductorios a obras clásicas de la historiografía colonial mexicana, además de un par de textos («El caballo blanco» y «El sutil regalo del negro huitlacoche»), donde se muestra la incursión de O’Gorman en los territorios de la ficción, surgió a principios de 2006.

A punto de cumplirse cien años del natalicio del máximo representante del «historicismo mexicano», la directiva del Fondo de Cultura Económica le preguntó a Eugenia Meyer si estaba dispuesta a hacer un libro sobre O’Gorman: «Por supuesto que yo acepté y cumplí. La que no cumplió fue la editorial, por lo que se incluyó una aclaración en la página legal.»

El propósito, señala la autora, era reunir estos textos «para dar a conocer el trabajo de O’Gorman entre las nuevas generaciones de historiadores. Se pensó como un reader, a la manera inglesa; o sea que es más que una antología; pero a la hora de hacer la selección me di cuenta, con gran dolor, de que no podía incluir todo.»

-¿Cuál fue el criterio para elegir los materiales?

-Primero, que el libro tuviera un seguimiento cronológico del pensamiento de O’Gorman; segundo, que abordara los temas centrales que a él le preocuparon; tercero, que fueran textos de difícil acceso; y, cuarto, ponerme en el pellejo de las nuevas generaciones para introducirlos a la obra y animarlos a leerlo.

-¿De qué manera O’Gorman concebía la investigación histórica? ¿Cuál es la impronta que lo distingue?

-Antes que nada fue un hombre independiente, muy polémico; enemigo declarado del positivismo y el materialismo histórico. Era un extraordinario maestro y tenía una gran virtud: intentaba comprender al hombre, al autor y su circunstancia, un poco a la manera de Ortega y Gasset. No hay que olvidar que él fue alumno directo de José Gaos y heredero del pensamiento de Heidegger. Su forma de historiar es distinta: desprecia el cientificismo, tanta ficha y tanto dato, aunque al mismo tiempo es perfecto en la información que maneja. No hay ficha en el libro que no sea exacta; pero, claro, eso sólo lo puede hacer quien conoce bien la forma de trabajar la historia.

-Habiendo sido su alumna en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, ¿cuál es la enseñanza que más aquilata de Edmundo O’Gorman?

-A lo mejor voy a decir algo poco comprensible, pero lo más importante que hizo por nosotros sus alumnos fue enseñarnos a pensar.

-Si tuviese que trazar una cartografía, ¿cómo sería el mapa que representa los temas de interés para O’Gorman?

-Primero que nada, yo diría que están presentes la Conquista y la Colonia; luego tiene un interés muy agudo sobre el proceso de la Independencia y personajes como Miguel Hidalgo y, posteriormente, la figura de la virgen de Guadalupe. Por otra parte, creo que una de sus grandes preocupaciones es por qué los mexicanos tenemos un trauma histórico.

-¿Qué argumentos esgrimía?

-Lo que fundamentalmente plantea es que uno de los grandes problemas de la historia mexicana es que nosotros no hemos sido originales, que después del gran choque de la Conquista tratamos de copiar a España y luego a Estados Unidos.

-Afirmaciones que en su momento encendieron grandes discusiones…

-Como a O’Gorman le encantaba ser protagonista le gustaba la polémica, así que tomaba ciertos temas para provocar. Con Miguel León-Portilla, por ejemplo, polemizó al decir que no se trataba del descubrimiento sino de la invención de América. Con Sepúlveda tuvo otra gran discusión sobre la naturaleza de los indios. O’Gorman fue un gran traductor y lector de filosofía e historia. En el estudio preliminar del libro comento que su tía tatarabuela fue Leona Vicario, estudió leyes en la Escuela Libre de Derecho y fue litigante hasta que se cansó de divorciar parejas y se metió a trabajar en el Archivo General de la Nación, donde comienza esa especie de maridaje que tuvo con los documentos.

-¿Puede calificarse su obra como la de un humanista?

-Sí. En su discurso de entrada a la Academia Mexicana de Historia [1964], que se incluye en el libro, hace un análisis de la figura de Miguel Hidalgo y lo presenta como un ser humano. En otro de los textos: «Fantasmas en la narrativa historiográfica», que es como su testamento de historiador, sostiene que la historia siempre debe tener relación con su prima hermana la literatura. Él mismo era un gran escritor, tenía una prosa espléndida.

-A manera de pequeña joya, usted rescata en el libro «El caballo blanco», uno de los escasos vestigios de Edmundo O’Gorman como narrador de ficción.

-Mi alumna Guadalupe Landa lo encontró y parecía algo casi imposible… ¡porque es un cuento para niños! Además de misógino, Edmundo O’Gorman odiaba a los niños, decía que eran mons- truos que fluyen líquidos por todos lados; de ahí que me pareciera muy interesante incluir esta narración que, por otra parte, es uno de sus primeros textos. Fue escrito en 1932.

-Como historiador, ¿cuál es el principal legado de Edmundo O’Gorman?

-Al trabajar desde la perspectiva de la filosofía de la historia, O’Gorman nos cambió la faz. Lo que hizo fue quitarle el maquillaje a la historia oficial, a la historia de bronce. 

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